miércoles, 5 de marzo de 2014

Cosas que no te enseña la Facultad de Derecho...

Iba a empezar el post afirmando "soy abogada", pero nunca defino a nadie por su profesión y tampoco voy a hacerlo conmigo misma. No obstante me dedico profesionalmente a la abogacía. Desde hace poco, porque -por diversas razones que no vienen al caso- tardé más de lo que dura la Licenciatura en terminar la carrera. Pero lo hice y me colegié. Después me matriculé en un curso de práctica jurídica y llevo más de dos años -qué rápido pasa el tiempo, ¿verdad?- trabajando en un Despacho. 

Imagino que ocurrirá en todas las profesiones, pero dista mucho lo que uno estudia en la Facultad de lo que te encuentras después en la práctica forense -estoy escuchando a mi madre decir algo así como "qué bien habla mi niña"-. Con el tiempo cobra sentido la frase de "más sabe el Diablo por viejo que por Diablo". Miras hacia atrás, sin remontarnos mucho, sólo un par de años, y piensas que hoy harías las cosas de forma muy distinta.

Ahora estaréis pensando: "venga, pon un ejemplo". No voy a ponerme súper intensa, tranquilidad. Circunscribiéndome a la decoración, que es el tema del blog, tengo dos cosas claras:
  • No volvería a gastarme tanto dinero en muebles. Quizá sí en alguna cosa concreta. Venga va, las sillas me las volvería a comprar, pero nada más. Pienso en los 700€ de mesa y los 2650€ de sofá y casi me mareo. ¿Para qué? También es cierto que esto es algo muy personal: vivo en una casa de alquiler, estoy deseando irme de aquí, ¿para qué gastar tanto dinero en muebles? Hay personas que no tienen ese tipo de inquietudes, pero aún así os aconsejaría que, de primeras, no os gastéis tanto dinero. Cuando uno empieza hay que comprar lo justo, que poco a poco las cosas como que "se asientan", tanto las necesidades como los gustos.
  • Si me comprase algo caro sólo confiaría en El Corte Inglés (y en Ikea). No no me pagan, de verdad. Pero después de acudir a La Oca y ver el nefasto servicio post venta que tienen, de leer experiencias por internet -está plagado- de personas que han confiado en marcas y tiendas a las que se les supone un cierto prestigio, las únicas tiendas que conozco por experiencia personal que asumen la responsabilidad sobre los productos que venden son estas dos. Habrá más, pero yo no las conozco. No es una lista cerrada, es sólo la mía. Compré en BD las sillas Panton y no tuvimos ningún problema, por ejemplo. 
Y no es que sepa mucho, pero voy a atreverme a dar unos pocos consejos. Cosas que hay que tener en cuenta y que uno por inexperiencia obvia, aunque después resulten básicas -sobre todo si has estudiado Derecho-. 
  • Si compráis un producto de piel, exigid que la factura especifique el material y que el producto venga con una muestra, el certificado y la garantía (en el momento de la compra o de la entrega). Que especifique claramente que todo el tapizado es así y si no, que partes lo son. 
  • Buscad opiniones sobre la tienda, la marca, los materiales... Parece una obviedad, ¿verdad? Pues yo no lo hice: la única referencia que tenía era la de mis padres con El Corte Inglés y era buenísima. También es cierto que lo importante no es que haya un problema concreto, es la solución que den al mismo. Nada es infalible, siempre hay productos defectuosos, pero si dan una respuesta satisfactoria no supone un inconveniente.
  • Compras de muebles bajo pedido. Muchos productos los compras viendo los que tienen en la exposición y eligiendo por catálogo entre distintas composiciones y acabados. Deberíamos exigir un compromiso de entrega y puesta a disposición máximo, pero si no te importa esperar (muchas veces no queda más remedio), cuando te traigan los muebles exigid un albarán de entrega y guardadlo. Sí, es otra obviedad, pero no sabéis cuántas veces con los nervios se olvidan esas cosas. Leed lo que firmáis, que no pasa nada por esperar cinco minutos, y no firméis si no estáis conformes o se incluyen cosas que no se ajustan a la realidad, como que se hace entrega de la garantía o del certificado de autenticidad. Y si no firmad "no conforme" incluyendo los puntos con los que no lo estáis. El momento de la entrega del producto es muy importante, es el dies a quo, el momento en el que empieza a contar el plazo de la garantía. Así que repetid conmigo: guardaré el albarán de entrega.
  • Si compráis un producto con descuento sería recomendable que este punto quedase recogido en la factura, pero si no es así guardad el folleto, una foto del precio original, algo que acredite cuál era el valor del producto del producto o el descuento que os hicieron. Y diréis vosotros, ¿qué más da? Pues resulta que no es lo mismo comprar algo a 1000 que valía 5000, que comprar por 1000 lo que vale 1000. Según el valor se le presupone una calidad y acabados mejores (no lo digo yo, sino la jurisprudencia que he leído al respecto).
¿Todo esto a qué viene?, os preguntaréis. Con todo el problema del sofá que ya he compartido con vosotros, me he quedado con mal cuerpo. En el post que hice sobre el sofá de piel que no vio una vaca ni en pintura me puse muy brava hablando de vicios del consentimiento, de estafa... Salió mi vena jurídica: efectivamente puede hablarse de un vicio y la tienda tiene una responsabilidad contractual que va más allá de la garantía sobre el producto. Por otro lado si conocían el hecho de que el sofá no era de piel, podría hablarse de estafa... Pero después me vine a menos. ¿Por qué? Os dije que había aceptado el retapizado por motivos personales. Fue así, efectivamente. Por un lado, queríamos una solución rápida y una demanda no lo es, además de que tienes que aceptar la posibilidad de perder (parece mentira, pero es así) y hay que realizar un desembolso (las tasas judiciales, que no es mucho, y un perito textil). Al final ésta no ha sido una opción rápida, pero no lo sabíamos. ¿Quién iba a imaginar que tardarían seis meses en retapizar el sofá? Por otro lado, me hice vegetariana. Os parecerá una tontería, pero resulta incongruente no querer matar animales para alimentarse pero sí para hacer un sofá con ellos. Si hubiese tenido el sofá, pues ya está, no lo habría vendido ni pintado con un aerosol, pero sumando el deseo de tener un sofá que usar de forma más o menos inmediata y que el tapizado en piel ya no me satisfacía, la tela resultó una opción cómoda y viable.

Eso no quita, no obstante, que lo que nos pasó sea inaceptable, porque lo es que una tienda de la categoría que se supone que tiene La Oca (no del otro mundo, vale, pero cierto nombre tiene) te venda un sofá de polipiel como piel y después se laven las manos sin más. Y sí, La Oca es una franquicia, pero envié un mail a la Central (que por cierto está en Zaragoza -mi familia es aragonesa y yo me crié allí así que sentí cierta vergüenza propia por la marca-) al que ni si quiera se han dignado a contestar. 

Nunca aconsejaría a una persona a quien aprecie que compre un producto en La Oca, es más, todo lo contrario: si no hay problemas, bien, te da lo mismo comprar en un lado que en otro, pero uno como consumidor tiene que tener la seguridad de que ante una disconformidad tan grave como que el producto comprado no sea el puesto a disposición del cliente, la tienda responderá, porque ¿quién va hacerlo si no?. Y debería responder porque va su nombre en ello. 

Total, aquí quedan mis palabras, ni siquiera encontrarán algo contra lo que rebotar y hacer eco. En comparación con las cosas importantes de las que os hablo en ocasiones, esto es una nimiedad, obviamente. Pero oye, que fastidiar fastidia, no lo dudéis.  

Aquí estoy yo, cuatro años y medio después de comprar un sofá de piel que resultó polipiel, que sólo he podido usar dos años, con un sofá de tela que no quería y por el que he pagado un dinero que no vale -2650€ rebajado-. Ya está, pasó. A ver si alguien aprende de mis errores.

Y ahora tiro porque me toca...

martes, 4 de marzo de 2014

Martes de Carnaval...

Alguna vez os he comentado que vivo en una de las siete "islas afortunadas", concretamente en Tenerife. Aquí en Canarias está muy arraigado el Carnaval. Tengo que admitir que a mí no me gusta mucho, no soy una persona fácil y tienen que darse demasiadas circunstancias para que me lo pase bien: la compañía, la música, la ubicación. Bueno, vale, soy de esas personas sosas, qué queréis que os diga. Es que me aburro con facilidad... Total, que desde hace unos años no se alinean los planetas y yo no salgo.

Este post parece que esté diseñado con la intención de que os caiga mal... Pues soy una chica maja, de verdad, divertida, pero el rollo de carnaval (los extraños borrachos, el ir de un lado al otro, los tíos meando a cada paso que das...) no me entusiasma.

Una de las noches que mejor lo he pasado en Carnavales salí con una amiga, Noe. Es cierto que íbamos contentas desde casa y todo nos hacía gracia. Casi recuerdo algo de un tenista, a unos que iban vestidos como los de "La Naranja Mecánica" (Noe es un poco friki y no los confundió con Pinocho, cosa que sí hice yo -no pasé del primer minuto de película, qué queréis que os diga-), una boa de plumas...  Mi novio tiene una versión un poco distinta de la mía, distorsionada diría yo.

Total, que Noe -sobre quien no va este post- tiene una hija estupendísima -concretamente tiene tres hijos, pero nos centramos en la mayor-, Carmen. No os podéis imaginar lo bien que me lo paso con ella, sí, posiblemente mejor que con sus padres :P Ayer estuvieron un ratito en casa y colaboraron en la decoración de la pizarra de la entrada. El motivo no podía ser otro que "el carnaval".

Sin mucha dificultad podréis distinguir la aportación de Carmen de la que hizo su hermano pequeño Rafa (dos años y medio). Qué monos son los niños... Para un rato :P  



La aportación consiste en dos disfraces de princesa. No me atrevería a aventurar a quién pertenecen, pero si Carmen se anima, que nos lo comente (es una lectora fiel del blog).


Aquí podéis apreciar la aportación de Rafa, mucho menos realista, mas de tipo conceptual, tirando a moderno, pero que recoge la esencia del carnaval claramente.



Pues nada, hasta el domingo que despidamos los Carnavales mantendremos la pizarra. A ver qué motivo lo sustituye...


sábado, 1 de marzo de 2014

Cedillo del Condado

Qué curioso es todo esto de internet y los blogs, ¿verdad? Tengo pocos seguidores, que es una de las formas en las que se mide la popularidad de un blog, la otra es las visitas. Me hace mucha gracia mirar la procedencia de las personas que se pasan por aquí. Es cierto que soy un poco rara -más que un perro verde, diría mi madre-, quizá por eso siempre me ha gustado observar a la personas, aunque sea durante los cuatro segundos que tardo en perderlas de vista.

¿Cedillo del Condado? Es un pueblo de Toledo desde el que alguna persona se asoma al trocito de mi vida que comparto aquí. Allí hay alguien a quien le interesa lo que cuento... ¡Increíble!

Gracias a todos, a quienes pasáis de largo y a quienes os detenéis a comentar. Y hoy especialmente a ti que me visitas desde Cedillo del Condado.