jueves, 13 de febrero de 2014

Nervios...

El martes nos traen el sofá... Ya no sé si reír o llorar, si estar contenta o enfadarme. Por un lado, ¡por fin nuestro sofá! Por otro, no es el sofá de piel que compramos, hemos sufrido una año y medio de porquería y hemos estado incluso sin usarlo. Sólo rezo a Dios, a uno cualquiera, el Dios de los sofás o el de las telas, lo mismo me da, que no tengamos ningún problema cuando nos lo traigan, por favor. Tengo ganas de estar tranquila, de que un sofá no se convierta en el centro de mi vida, de que sea sólo una experiencia intrascendente, como debería haberlos sido el comprarlo... 

No descruzaré los dedos, por si las moscas.


2 comentarios:

  1. Iré leyéndote despacio. Mucho me temo que esto del sofá sea gordo y desquiciante.
    Un abrazo y ¡ánimo! parece que ya queda poco.

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    1. Hola! Sí, desquiciante ha sido... Pero vamos, tiene la importancia que tiene un sofá :P

      Un saludo!

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