viernes, 21 de febrero de 2014

La vida de lo inerte: la imperfección.

Qué profundo me ha quedado el título... Parece que ahora vaya a citar a Kafka, pero no, tranquilos, El Proceso, La Metamorfosis y Carta al padre me dejaron lo suficientemente marcada para no tener que nombrarlo nunca más. Los leí, los sufrí y puedo morir tranquila por no ser una inculta total. 

Lo que quería anunciar con ese título tan pretencioso es una idea que vengo barruntando desde hace un tiempo: resulta que ahora (bueno, ya desde hace un tiempo, pero cada vez más) las casas "de revista" tienen la cama sin hacer, algunos platos en el fregadero, migas de pan en la mesa... Qué curioso, ¿no? Una pensaría que ha de ser al contrario, pero de esta forma introducen vida en las imágenes: no es una casa, es un hogar. Casi puedes imaginarte a una familia desayunando y compartiendo ese instante íntimo contigo. 

Me he fijado que en los salones siempre hay una manta sobre el sofá puesta "como de cualquier forma", una taza, un libro abierto, quizá un bolso... Además, muchas veces cambian los elementos de sitio, así que te encuentras con el jarrón de flores puesto sobre una repisa, después sobre la mesa de centro y en otro ángulo sobre la mesa de comedor. Exacto, no tienen tres jarrones iguales: ¡lo cambian de sitio! Ja. Les hemos pillado. ¡Tenemos el truco! 

Aplicarlo es más difícil, sin embargo. Pero poco a poco...









No hay comentarios:

Publicar un comentario