La verdad es que tengo que darle la razón a mi madre: mi casa sigue sin ser un "hogar". ¿Me creéis si os digo que seguimos sin lámpara en el dormitorio? Ya, imperdonable. Pues hay una caja llena de "cosas para reciclar" en el pasillo desde el mes de diciembre... Todas las semanas me juro a mí misma que la llevaré a un punto limpio, pero sé que me estoy mintiendo. ¡Ay!
No sé si os acordaréis, pero había decidido comprar la lámpara Knappa de Ikea en mi viaje a Madrid (en Canarias no la tenemos), pero nos volvimos con las manos vacías -igual que nos pasó con el perchero-, pero porque no terminó de gustarle a mi contrario. He de admitir, que en la foto mejora, pero mi deseo de cubrir la dichosa bombilla pesaba más que cualquier defecto que pudiera tener una lámpara que no llega a los 22'00€.
Pues el otro día, en Leroy Merlin (se ve que de verdad están trabajando algo en su página web) vi una lámpara que me gustó: no tenía marca, ni diseñador, sólo me pareció perfecta para mi dormitorio. El caso es que por un problema de comunicación -mi novio pensó que la quería para el cuarto de estudio y le parecía que iluminaba poco- no la compramos. Cuando el malentendido se aclaró y quedó claro que a ambos nos gustaba, me topé con un post en Mrs. Boho sobre las lámparas Le Klint, una serie de lámparas creadas por el diseñador Poul Christiansen. Y ahi estaba: la lámpara que casi compro por 25'00€. Obviamente no es la misma y si no lo supiera la colgaría tan contenta en mi dormitorio, pero ahora ya no puedo hacerlo... ¡Jops!
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